Por Víctor Descomps
Muy pocos frutos alrededor del mundo y a lo largo de la historia tienen el impacto cultural, económico y hasta social que desde siempre ha tenido la uva.
Esta pequeña baya de particulares bondades, reúne en torno a ella a miles de personas en diversas latitudes del planeta; pero de manera muy particular lo hace en Baja California, en el municipio de Ensenada y sus inmediaciones, lugar donde su presencia -tras más de un siglo de tradición en la producción vinícola- ha logrado construir toda una identidad, un folclor y hasta un estilo gastronómico.
¡Bienvenidos al Valle de Guadalupe, bienvenidos a la fiesta de la uva!
Procedentes de diversos y distantes orígenes llegan los visitantes.
Algunos son oriundos de apartados rincones de México pero también los hay de otros países.
Se estima que hasta un millón de personas hace su arribo al Valle de Guadalupe cada año; y durante la época de la vendimia, al término del verano, los visitantes también se cuentan en miles.
Debemos acotar que la geografía, la naturaleza y los dones que de ella se obtienen, han sido siempre generosos con este sitio: sus condiciones climatológicas similares o más bondadosas aún que las existentes al suroeste de la Europa continental son ideales para la actividad vinícola.
La variedad de vinos que se obtiene de la fertilidad del Valle de Guadalupe es grande, y de sobrada calidad.
Dicen los que saben de vinos que el paladar reconoce de inmediato los sabores de esta tierra, perfectos para acompañar los más elevados platillos o simplemente para disfrutar por el mero gusto de hacerlo.
Sus métodos de cultivo, embarrilado, cuidados y obtención en general son especiales y del más alto estándar; sus bodegas son además museos de facto dedicados a la contemplación de estos procesos.
Y tan particular es el sabor de la uva de Ensenada, que dio lugar a una extensión del mismo impactando en la cocina local y trasladándolo a un siguiente peldaño: la BajaMed, un estilo culinario que integra ingredientes tan mexicanos como el chicharrón de cerdo y los mezcla con sabores del Mar Mediterráneo entre los que destacan el aceite de oliva como aderezo distintivo; otro ejemplo serían los mariscos fusionados con quesos de intenso sabor.
Eso es justamente -en la actualidad- el folclor del Valle de Guadalupe; lugar donde las tradiciones locales, los viejos métodos de fabricación de vino heredados de Europa, la calidez humana y la evolución gastronómica, dan lugar a lo que ahora el sitio representa en términos de evolución contemporánea de sabor: un referente turístico de su segmento, acaso el más importante.
Pero, este particular valle ofrece más para sus visitantes: no todo es la vid y el vino.
El Valle de Guadalupe es también ocasión para compartir en familia en torno a una fogata, para el amor y el reencuentro, las caminatas y los campos de lavanda; así como para el turismo de aventura, los deportes, los espectáculos y la música. Es todo un estilo de vida.
Y antes de cerrar estas líneas bien podemos decir que es el Valle de Guadalupe un lugar que no se termina de conocer y disfrutar jamás; un paraje de hermosos atardeceres con postales que más vale conservar en la memoria, antes que pretender capturarlas en una fotografía.
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