· El proceso de transición hacia una economía circular y sustentable del agua requiere del esfuerzo conjunto del gobierno, el sector privado y la sociedad civil.

Tijuana.- En el marco de la problemática de escasez de agua en Baja California, la Ingeniera Química Jessica Castañeda Castillo, asesora técnica del Centro de Innovación y Gestión Ambiental México A.C., presentó una reflexión profunda sobre la necesidad de una transición hídrica sustentable e inclusiva para la región, especialmente en la zona costera. La conferencia se centró en un cambio de paradigma hacia una economía circular del agua, rompiendo el modelo lineal en el que se extrae, se usa y se desecha sin mayor consideración por su valor a largo plazo.

“Las condiciones de los recursos que tenemos de agua son escasos, tenemos problemas de agua en Tijuana específicamente y pensamos que desde donde viene el agua y el trato que le damos. Se podría percibir que a veces tenemos hasta un desprecio por ese recurso porque al agua lo convertimos como algo desechable. La usamos una vez y la tiramos”, señaló Castañeda Castillo.

La ingeniera química, destacó la importancia del agua para la vida y el desarrollo económico de Baja California. Recordó que el agua que abastece a Tijuana y a la región costera proviene de fuentes lejanas como el Río Colorado, recorriendo más de 200 kilómetros y siendo impulsada hasta 1,000 metros de altura por la sierra de La Rumorosa. Este proceso implica un gasto energético y económico significativo que, paradójicamente, no se refleja en el uso que la comunidad le da al recurso, siendo utilizado una sola vez y luego descartado.

“El ciclo del agua nos lo enseñan desde la primaria como un ciclo precisamente y si hay algo que imitar al agua es su circularidad. Pero la estamos manejando desde un punto de vista lineal, la hacemos desechable, como hacemos desechable el plástico, la ropa, los electrónicos, pero en el caso del agua hay consecuencias mucho más graves porque de ahí depende la vida”, advirtió.

La experta planteó que el enfoque de la Transición Hídrica Sustentable e Inclusiva requiere una visión amplia, abarcando desde un diseño ecológico inicial hasta estrategias de distribución y reutilización, enfatizando la importancia de minimizar las fugas en la red de distribución, en la que actualmente se pierde un volumen considerable de agua en el trayecto hacia los usuarios.

“De 5 m³/s de agua que llegan a Tijuana perdemos uno en la distribución, se tratan 2 m³/s, uno en la Planta internacional y el resto en las plantas de La Morita y Los Olivos y los otros 2 m³/s no los tratamos, se van al mar pensando que el mar es un tratamiento de dilución”, lamentó.

Jessica Castañeda justificó la idea de una desalinizadora en Playas de Rosarito, basada en la lógica de consumo local, porque es más barato usar agua de mar, que traerla desde el Río Colorado. Sin embargo, criticó el modelo de tirar al mar agua tratada para luego someterla a un costoso proceso de desalación “Si pensamos que tiramos al mar 2 m³/s de agua bien tratada y la aventamos al mar para llenarla de sal, para 5 kilómetros al sur, sacarla llena de sal, y tratarla, pues parece una paradoja que no está completa”, observó.

Jessica Castañeda, egresada del Programa LEAD por El Colegio de México, consideró que esta práctica, además de ser costosa, no es sostenible a largo plazo y representa un mal uso de los recursos tecnológicos y naturales. En contraste, propuso la necesidad de fomentar la reutilización directa del agua tratada, especialmente en la industria y para el riego de áreas verdes, como una alternativa más económica y ambientalmente adecuada.

La transición hacia una economía circular del agua no solo implica una mejor gestión del recurso sino también un compromiso ético. Castañeda subrayó que el derecho al agua es un derecho humano, que no debe estar limitado por la accesibilidad geográfica ni la capacidad de pago de las personas.

El proceso de transición hacia una economía circular y sustentable del agua requiere del esfuerzo conjunto del gobierno, el sector privado y la sociedad civil. Jessica Castañeda destacó la necesidad de políticas públicas que respondan a las necesidades específicas de Baja California, una zona vulnerable y dependiente de fuentes externas de agua. Una gestión eficiente e inclusiva del recurso hídrico implica que todos los actores involucrados tomen responsabilidad, desde los grandes consumidores industriales hasta los usuarios domésticos, quienes podrían beneficiarse de incentivos para reducir su consumo.

Para enfrentar el desafío de la escasez de agua, es fundamental la participación activa de la ciudadanía. La experta sugirió iniciativas de concienciación y ahorro, como bonificaciones para aquellos hogares que logren reducir su consumo, además de la implementación de sistemas domésticos de reutilización de aguas grises. “Cada esfuerzo cuenta; debemos empezar a construir círculos de economía circular en nuestras propias casas y colonias. Este es un paso esencial hacia una verdadera sostenibilidad hídrica y ambiental”.

Castañeda mencionó el ejemplo de Jalisco y Colima, donde se genera electricidad a partir de los lodos de las plantas de tratamiento, optimizando recursos y cerrando el ciclo del agua. Experiencias como estas muestran que una transición hídrica sustentable es posible y rentable, siempre y cuando se acompañe de políticas coherentes y compromiso interinstitucional.

La ingeniera enfatizó la necesidad de un plan nacional que incluya a Baja California, dada su dependencia extrema de fuentes externas. “No podemos estar expuestos a una crisis por un posible fallo en la infraestructura de La Rumorosa. Baja California debe ser un estado prioritario en el desarrollo de infraestructura hídrica alternativa y en la implementación de políticas de economía circular en el agua”.

Jessica Castañeda concluyó destacando que el reto de la transición hídrica en Baja California debe abordarse con urgencia y compromiso. Es imperativo que tanto el sector público como el privado y la sociedad en su conjunto vean al agua como el recurso finito y valioso que es. La sostenibilidad hídrica y la seguridad del futuro de la región dependen de decisiones informadas y acciones concretas en el presente.